Cuando empezaron los primeros achaques pensó que no podría vivir sin él y, por primera vez, lamentó haberse casado con aquel buen hombre que le sacaba casi veinte años. La localización de la sepultura —en la zona más transitada del cementerio, soleada en invierno, fresca en verano—, su empeño en mantenerla aseada y cubierta de flores y la paz que encuentra al desgranar allí cada tarde sus pequeñas cuitas han contribuido a que Doña Celia acepte la situación. Solo falta, para organizar el solemne funeral con que sueña, que su querido, futuro difunto se decida por fin a morirse.
Esta fue mi participación en el estupendo concurso En 99 palabras organizado por Miguel Molina, en cuyo blog (En 99 palabras) se pueden leer lo microrrelatos ganadores.